© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


viernes, 28 de febrero de 2014

De parte de mi vergüenza

Aquí te escribo, de parte de mi vergüenza,
Avasalladora de muros que comparten mi suerte,
Que responden también a mi nombre que no es suyo.
De parte de mi vergüenza que te grita,
Que intenta administrar tu atención de la mejor manera,
En los recovecos de una persecución inconclusa.
Ahí te espera mi vergüenza insulsa y propensa a la histeria.
Porque ya no existo más que en las palabras que compuse cuando no existías,
Que dejé para que manosearas pensándote en desconocido.
En ser que no entendería que esto se trata de otra persona.
Aquí se ha vuelto de nuevo mi vergüenza, a gritos,
Temerosa de identificarme con otras sombras,
Por si me gustaba la luz que salía de ellas.
Aquí te escribo, de parte de mi vergüenza,
Que te persigue entre los silencios que pronuncian tus labios
Entre las canciones que tocaron tus manos
Y ya no reconocemos, ya no pretendemos,
Porque esperamos demasiado a decir algo.
Yo lo dejé en tus manos,
Esperando como una idiota a no sentirme tan pequeña en tus brazos.
Me encontré entonces olvidando que alguna vez me perteneciste,
Porque eso no fue.
Igual que yo tuve que tragarme las palabras
Que sonaban como un yo tampoco.

27.02.2014

C. Merino

miércoles, 19 de febrero de 2014

Me ha entrado el pánico andando por la calle,
Y me han asaltado las lágrimas,
A punta de pistola.
Me he visto encerrada,
Y la niebla aprisionándome en su forma etérea.
He visto como fallaban mis ojos
Y a tu rostro asustado mientras venías hacia mí,
Corriendo.
Me di cuenta de que había muerto
Y de que tú solo intentabas entenderme,
Que yo te comprendiera
Y te dejara entrar para darme la noticia.
Tu golpeo a la puerta ha llegado tarde.
Se ha pasado la hora del té.
Y yo no veo nada.
Me lloran los ojos,
Y ya sé por qué.
Desde aquí te pido que me despiertes de este coma,
Que me ayudes a salir de las tinieblas,
De esta muerte que ha venido a encontrarme,
Que me tiene amarrada, no me suelta.

17.02.2014

C. Merino

lunes, 17 de febrero de 2014

Aquí paso mis días,
Escondida del sol, amando a la luna,
En alguna antigua cueva de una antigua historia.
Lo cierto es que no quiero permanecer aquí,
Sucia de soledad,
Con la irrealidad incrustada en mi piel.
No quiero sentirla, como penetra en mí sin poder pararla.
Estoy ahí, en la oscuridad agazapada, sintiéndome en casa.
De hecho estoy esperando a que vengas a mí.
A que las sombras me traigan el mensaje que hace tiempo aguardo.
A que no te demores más, porque me desquebrajo.
Estoy esperando, matando a los días,
A cuchilladas, ahogándoles,
Anhelando la llegada de la esperanza.
No me importaría empezar por recomponer mi alma,
Por limpiarme las llagas.
No me importaría ser superficial,
Para llegar a mi resurgimiento,
A mi recuperación, que se me ha escapado.
Como un perro mal atado y que echó a correr.
Temo que la hayan asesinado antes de saberse perdida.
Te pediré ayuda solo una vez.
Y ya no jugaré nunca más a mi vida,
Aunque tampoco pueda jugar a la tuya.
Pero ven ya.
Antes de que piense demasiado en cómo me puede cegar la luz.
En cómo sería vivir sin lágrimas.
Pero jamás voy a pedirte que me salves.
Jamás verbalizaré que necesito ayuda.

17.02.2014

C. Merino

viernes, 14 de febrero de 2014

Feliz San Valentín.

El paraíso ha empezado a humear,
Quizás provocado por algún pirómano conocido,
Escondido y agazapado tras nuestros ojos.
Morimos ya una vez, hace tiempo.
Nos ahogamos después de vomitar toda la mierda,
Al quitarnos ese no se qué de la vida de encima.
Abandonamos el piano como quien abandona el hogar,
Corriendo y desesperados.
Porque ese era el lugar de casa.
Tras cada tecla negra y blanca,
Tras cada resaca y perdición encima de ellas.
Vivieron nuestras peleas acerca de embarcaderos perdidos,
Acerca de las sombras de los barcos zarpando
Y acerca de ir tras ellos, aunque nos separáramos.
Hablamos de teñirnos la piel,
Para parecer más iguales.
De arrancarnos los ojos, para poder ver de la misma manera.
Decidimos abolir todas las festividades,
Porque no queríamos tener religiones entre nuestros cuerpos.
Acordamos dejar las malas hierbas como el pavimento de la nueva ciudad.
Que las putas fueran las mariposas,
Y los alcohólicos cada animal muerto.
Que los yonkis fuéramos tú y yo.
Y quizás por eso prendimos el lugar que vio nuestro nacimiento,
Porque si permanecía así, tendríamos miedo de que durara demasiado.
El para siempre nos acojonaba, por unas implicaciones que no comprendíamos.
Decidimos entonces que debía ser un lugar desolado,
Como nuestros corazones, que yacían enterrados bajo el piano
En permanente contacto con nuestra antigua casa.
No hubo gritos.
Tampoco apareció el pánico,
Ni ningún fantasma de los antiguos mitos acerca del amor.
Esperamos los dos a que nos prendieran las llamas,
A que nos consumiéramos a nosotros mismos.
Porque teníamos tanto miedo de que nos viera el mundo.
De adaptarnos a él y nos comiera,
Que preferíamos sorber lo que quedaba entre nosotros antes de dejárselo,
Que dárselo a quien no podría comprendernos,
Ni apreciar nuestra manera de vivir, encima de ese piano,
Sin ataduras, sin prendas, sin nada.
Sólo tú y yo encima del piano, masacrando las teclas con nuestras palabras.

14.02.2014

C. Merino

miércoles, 12 de febrero de 2014

Tú estabas violando a la ciudad,
Poco a poco, aprisionada entre tus muslos.
Tus ojos se desplazaban constantemente,
Resiguiendo todas las constelaciones con los dientes,
Saboreando las pupilas de cada rincón de su cuerpo.
Perseguías su piel con otras manos,
Que jamás antes habías tenido,
Y esas uñas se volvían locas con el contacto inminente,
Se ponían a rasgar el mármol de sus edificios,
Protuberantes.
Tus extremidades empezaron a sangran.
A jadear desencadenadas,
Apreciando cada trozo de tela de sus calles desoladas.
Estabas llenando todos sus barrios con alientos de suspiros,
Y las nuevas putas invadían los extrarradios con un solo cliente.
Llenaste la ciudad de mordeduras.
De liberaciones en cadena, sujetas a la libertad.
No había reglas que pudieran sujetarte.
Ni siquiera en tu propia piel.
Rodeaste a la ciudad con tus brazos y piernas,
Te apoderaste de ella,
Hasta que todas las manzanas fueron de alguien,
Seguramente jamás serían tuyas.
Solo pudiste pasearte por sus parques,
Tocar el asfalto de las calles
Y quedarte con el recuerdo del derrumbamiento de los muros,
Sabiendo que esa posesión fue solo un instante.
Y que esa experiencia efímera sería todo lo que obtendrías esa noche,
Cuando violaste a la ciudad bajo la mirada de mis ojos chispeantes.


12.02.2014
C. Merino

martes, 11 de febrero de 2014

Acabo de llegar a casa terriblemente cansada.
Me he tumbado en la cama, sobre los cojines blandos
Y he pensado.
He pensado en dormir para siempre.
En permanecer en esa posición.
En no moverme.
En morirme ahí, descansando el alma en un estado de letargo.
En morir. Siempre morir.
Sorber la vida en una copa amarga que no puede ver,
Que se ha agotado,
Que no hay esperanza.
Donde la negrura ha cobrado cuerpo
Y es un ser.

11.02.2014
C. Merino



viernes, 7 de febrero de 2014

Las paredes se han ido construyendo.
Nadie prestó atención a mi piel
Hasta que la separaba de mi cuerpo un muro.
Nadie se atrevía entonces a tocarme,
Con esa mirada envenenada
Y esas manos trémulas, que temblaban.
No podía moverme.
De veras, había una tela que me separaba del mundo.
De la gente,
Que pasaba rozando y ensuciando,
En la distancia,
                A mi piel.
Mis ojos suplicaban con lágrimas.
El rictus de mi cara pedía a gritos
Que me salvaran.
Pero el muro, joder, es el muro.
Cómo coño ha aparecido el muro que interpone entre nosotros,
Una respiración.
Entre nuestras pieles.
Entre un contacto pasajero y eterno.
Cómo ha nacido en mí el muro que me separa,
De la realidad que conocí una vez,
Que me ha convertido en un fantasma
Observador encerrado.
Sin respirar, en otro mundo paralelo a este.
Cómo.

07.02.2014

C. Merino

jueves, 6 de febrero de 2014

Justo esta tarde me encontraba pensativa. Casi sin vida en esos instantes de reflexión. Pensé en las relaciones por las que te lleva la vida. Es entonces cuando el fantasma del malestar inunda mi cuerpo. Lo abrasa y lo masajea, pensando que es de su propiedad. La náusea amenaza en mi cuello, como un degollador a punto de rematar su faena. El ansia se abre camino entremedio, y el llanto incontrolable, de esos característicos de las películas, se pasea demasiado cerca esta noche. El deseo de desaparecer ha crecido y su estatura haría envidiar a cualquier montaña que estuviera cerca para ver. El deseo de huir de estos lugares demasiado manoseados ha surgido como una tormenta imparable, capaz de arrasar cualquier pueblo que no haya existido nunca. Huir de estas esquinas demasiado conocidas. Desplazarme. Manosear un nuevo lugar. Largarme. Una ecuación simple a simple vista. Jodida si te paras a pensar. Por eso no hay que parar nunca. Por si aparece una opción b a hurtadillas, espiándote cuando te desnudas ante el espejo. Y así seguir calculando, como una máquina sin corazón ni cerebro. Hay veces que no se puede sentir tampoco. De hecho, soy testigo directo. Ya no puedo sentir ni pensar. A veces te fastidia demasiado. A veces no es doloroso. Sólo es nostalgia, de cuando no tenías que rendir cuentas con la vida, y creías que vivías. Feliz ignorante. Estuve a punto una vez de tatuarme Sapere Aude, en una nalga. Como una invitación atrevida con segundas intenciones. Como todo en estos tiempos. Entonces vi la aguja y pensé si de veras quería saber. Si quería saberlo todo. Absolutamente todo de la vida. Me entró el pánico entonces. Ser tonta te hacía muy feliz. Vamos a acabar siendo sinceros. Y yo no podía tatuarme algo en lo que acababa por no creer, como una falsa religión. Dios había dejado de existir entonces. Al menos para mí. Y sólo pensaba en huir. En escapar. En ahuecar el ala hasta paraísos perdidos, donde la soledad no iba a ser mi compañera de borracheras, sino el alcohol para jamás dejar de estar ebria. Si dejaba de estarlo, podía empezar a descubrir la vida. ¿Y eso qué significaba? ¿Qué era la vida? ¿Qué era la muerte? ¿Qué era esa angustia que no dejaba que respirase? ¿Qué era yo, que no podía ser como mi vecina de mi mundo manoseado, como mi enemigo avasallado ya mil veces? Shht. El carnero se acerca. Y yo no entiendo nada. Sólo quiero unas alas, grandes y hermosas, para ser una vagabunda del mundo, invisible al ojo humano.

05.02.2014

C. Merino 

martes, 4 de febrero de 2014

Fui un fantasma

Desaparecí para entonces.
Para que pudieras dormir.
Nadie mecía mi cuna
Cuando las sombras engullían mis llantos
Y mis dedos no sabían que apretaban el aire.
Sólo recuerdo una luz clara
Atravesando la ventana como si fuera un puñal
Que apuñalaba a mi corazón empequeñecido.
No supe entonces que mataba a los fantasmas,
Que rondaban mi cama,
Mi mente,
Mis temores.
No podía ir a dormir sin tu voz, m.
Cuando no estabas.
No se trataba de superar mis miedos
De enfrentarme a los monstruos debajo de la cama.
Al final trató de crecer con el temor en mi piel
Bajo las llagas,
Bajo las vendas que se necesitaban
Para enfrentarse a la luz del sol del nuevo mundo
Sin esperar a nadie.
Sabiendo que no habría nadie.

04.02.2014

C. Merino